miércoles, 13 de mayo de 2009

Recordando a Alberti

Alberti recita a Miguel Hernandez y también poemas suyos en su propia voz, acompañado de Paco Ibañez y Rosa León.



Andaluces de Jaén

Andaluces de Jaen,
aceituneros altivos,
decidme en el alma:
Quien, quien levanto los olivos?
No los levanto la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levantate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzo una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaen, aceituneros
altivos, decidme en el alma:
Quien, amamanto los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriquecio en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepulto en la pobreza,
que os pisoteo la frente,
que os redujo la cabeza.
Arboles que vuestro afan
consagro al centro del día
eran principio de un pan
que solo el otro comía.

Cuantos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaen, aceituneros
altivos, pregunta mi alma:
de quién, de quién son estos olivos?
Jaen, levantate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad del aceite
y sus aromas, indican tu libertad
la libertad de tus lomas.




A Galopar

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!



Se equivoc
ó la paloma
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas eran rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)




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